“Sé Valiente, la Misión te espera” monseñor Julián López
Martín, a todos los feligreses de la diócesis para celebrar la jornada del DOMUND.
Queridos diocesanos:
De
nuevo, apenas comenzado un nuevo curso pastoral, en el penúltimo domingo de
octubre, nos encontramos ante la Jornada
Mundial de las Misiones, el DOMUND con su llamada e invitación a recordar y
actualizar el compromiso de anunciar el evangelio que nos atañe a todos los
cristianos. Su objetivo es claro: dar a conocer la actividad misionera de la
Iglesia y la participación que nos incumbe a cada uno en la misión confiada por
el Señor antes de subir a los cielos: “Id
al mundo entero y proclamad el Evangelio…” (Mc 16,15). Este mandato
comprende tanto el anuncio o predicación específica de la persona de Jesucristo
y de su mensaje universal de salvación como las acciones que lleve consigo su
realización, es decir, la evangelización propiamente dicha, sin olvidar lo que
pueda ser liberación y promoción humana, realizadas en función del mandato
misionero. No obstante, cuando se habla del DOMUND, el acento está puesto en el
primer aspecto como parte substantiva de lo que hemos de entender como
ministerio o servicio de la palabra de Dios y del evangelio para suscitar y
alimentar la fe.
La Jornada de
este año, con su lema alusivo a la valentía
para afrontar la tarea misional que no puede demorarse y menos aún ser
descuidada u olvidada, entraña un cierto reto o desafío para los cristianos de
hoy, sujetos como la mayoría de los hombres y mujeres de nuestro tiempo a la tentación
la pseudocultura de lo intrascendente y de la frivolidad, dando culto a lo material sin importar
demasiado los valores del espíritu, salvo cuando se producen acontecimientos o
desgracias que sacuden las conciencias o están en juego determinados valores
que cotizan en el mundo de la política, por ejemplo. Frente a esa atonía
contemporizadora y evasiva, la valentía
significa para el cristiano sentido de la responsabilidad, compromiso con la fe
y audacia para ir contracorriente, si es preciso, superando la tentación de la
comodidad y de la indiferencia.
La valentía para vivir la fe sin complejos y
con alegría, comportándose siempre como creyentes, es un auténtico reto para
los cristianos de hoy, propensos a mirar para otro lado, a callar siempre y no
por respeto o elegancia sino para no destacar ni llamar la atención. Porque una
cosa es la prudencia y la consideración hacia los demás y otra muy distinta la
cobardía y el disimulo, sobre todo cuando se ha de dar testimonio. Nuestro
Señor, los apóstoles después de Pentecostés y los primeros cristianos, son
modelos de esa valentía (parresía en el griego del Nuevo
Testamento) tan necesaria en nuestros días. Hablar y actuar con ese valor ha
suscitado siempre admiración, simpatía y confianza, acreditando a quien así se
comporta. Hoy tenemos un gran referente de estos valores en la persona y
actitud del papa Francisco, admirado en todas partes y no solo por los
católicos.
En nuestra
diócesis estamos comenzando todavía el anunciado “Año pastoral diocesano vocacional”. No me atrevo a asegurarlo,
pero creo que la escasez de vocaciones al ministerio sacerdotal y diaconado, a
la vida consagrada y a la militancia seglar, tiene una importante causa en
nuestra falta de valentía. La misión de anunciar el evangelio como de
hacer apostolado y de dar testimonio requiere una buena dosis de confianza en
el Señor y de obediencia a su palabra. El evangelizador, en todas las épocas de
la historia de la Iglesia, ha tenido que hacer siempre como el apóstol Pedro:
soltar amarras, bogar mar adentro y echar la red confiando no en sí mismo sino
en la palabra de Jesucristo.
+ Julián, Obispo
de León